Los últimos años estamos
asistiendo al auge del género fantástico, eso que en ocasiones se suele denominar literatura y cine de género, y que engloba tanto la fantasía, la
ciencia ficción y el terror.
Da la impresión de que con las crisis, la
sociedad demanda ficción y evasión para olvidar los problemas cotidianos. Pero
si arañamos e investigamos los aspectos culturales, observaremos otras causas
más plausibles: la literatura siempre refleja el estado de ánimo de los
pueblos, es una muestra bastante objetiva del latido cultural y vital de
determinada sociedad, podría ser la prolongación de sus esperanzas e ilusiones.
Por ello, y en el caso de la ciencia ficción, que intenta especular con ideas
no factibles en el momento actual, posee un intrínseco valor para calibrar la
capacidad de imaginar quimeras de una sociedad. Cuanta más ciencia ficción
desarrolle una civilización, más espacios de imaginación y libertad se
permiten, y dependiendo de lo lejos que lleguen sus creativos autores,
simbolizará la altura de miras de sus pueblos.
En
España la ciencia ficción no ha conocido la popularidad de la que goza en el
mundo anglosajón, de la misma forma que nuestras inversiones en I+D no se
pueden comparar con la de estos países, ni la consideración que se tiene de los
investigadores, inventores, escritores o intelectuales. Con esto solo deseo
realizar una crítica constructiva y cariñosa de cómo deberíamos enfocar esta
cuestión para ser un pueblo mejor, más libre, tolerante y avanzado.
Y
hablando de la ciencia ficción, género que junto al terror gótico son los que
dominan mi mucha o poca creatividad como escritor, hay un subgénero del que se
habla muy poco en España, y ya va siendo hora que se le resucite para conocerlo
y disfrutar del mismo. En otras ocasiones he escrito muchas páginas sobre las
distopías, ucronías, retrofuturismo y steampunk, el transhumanismo o ciberpunk,
la ópera espacial y lo postapocalíptico, todos ellos subgéneros de la CF. Pero
hasta ahora no había hablado de la protociencia ficción. Y aquí va mi humilde
aportación para divulgar su conocimiento.
Entendemos por protociencia ficción o
CF primitiva, las distintas obras literarias anteriores a H.G. Wells, Jules
Verne o Mary Shelley. Es decir, el estilo narrativo de anticipación o ficción
científica, que se ha escrito a lo largo de la historia y que goza de un
extraordinario reconocimiento, estudio y compilación en otros países europeos
por su alto valor etnográfico para comprender la imaginación humana a lo largo
de los siglos.
Y todas las culturas nos
sorprenden con este enigmático subgénero. Las tradiciones orales judías, nos
hablan del Golem, un ser con vida
propia construido de materia inanimada que protegía a las familias judías en
sus hogares, como un fiel perro guardián. El
Mahabhárata hindú, uno de los textos más antiguos de aquel pueblo, nos
mencionan ingenios voladores como cohetes donde hombres azules volaban en su
interior, y en el mundo clásico grecolatino, hallamos a Dédalo, padre de Ícaro, que construía estatuas de madera con
capacidad para moverse solas, al modo de los autómatas o los modernos robots.
Al margen de estas tradiciones y mitos,
deberíamos iniciar nuestra selección con Luciano
de Samosatra, quien en el siglo II escribe “La Historia Verdadera”, una novela breve en la que un barco
arrastrado por el agua viajará hasta la Luna. El proyecto más ambicioso del
hombre tal vez haya sido alcanzar la Luna, pues escritores bastante más
populares como Cyrano de Bergerac –“La historia cómica de los Estados e Imperios
de la Luna”- o el Barón de
Münchausenn, trataron este tema en numerosos cuentos a lo largo de los
siglos XVII y XVIII. En nuestro país, Diego
Torres de Villarroel, publicará
el Viaje Fantástico del Gran Piscator de
Salamanca en pleno siglo de oro de la lengua española.
Pero quizás la novela de más calidad sea “Somnium”, de Johannes Kepler, sobre diversos viajes a nuestro satélite y las
impresiones que ello generan.
También nuestra obra más
célebre, “El Quijote”, en un bello y
elegante capítulo de su segunda parte, leemos la existencia de un caballo de
madera, el “Clavileño”, un
extraordinario invento volador, en el que se pueden controlar sus movimientos
gracias a una clavija en la cabeza. Ingenio ilusorio con el que se burlarán de
nuestros célebres protagonistas.
Con el inicio del Renacimiento
deberíamos no olvidar a Tomás Moro,
quien con su “Utopía”, nos describirá
una ciudad perfecta en la isla que lleva su mismo nombre. Me gustaría añadir “El Viaje Espacial”, cuento incluido en
“Micromegas” de Voltaire, en pleno siglo de las luces.
Mención destacada se merece la escritora
aristócrata inglesa Margaret Cavendish,
autora de “La descripción de un nuevo
mundo”, sobre la existencia de una civilización en el ártico, o su relato “Called the new blazing World”.
Este artículo solo es un
esbozo de la abundante literatura que los escritores han desarrollado para
sorprendernos con mundos inquietantes, viajes asombrosos, descubrimientos o
inventos impensables, que a veces nos podrían resultar ingenuos a los ojos del
siglo XXI, pero qué duda cabe, demuestran que en su época fueron inclasificables,
rechazados por no encajar con los cánones de la época, incomprendidos y
provocadores; en una palabra, divergentes.
Afortunadamente soplan vientos de cambio
y esperanza en nuestro país, y es de agradecer y reconocer, el extraordinario
mérito que se merecen editoriales como Libros
Mablaz, por sus esfuerzos en publicar protociencia ficción, y que en su
catálogo nos podamos encontrar con joyas literarias de incalculable valor como
“La historia verdadera” de Luciano de Samosatra o “El viaje fantástico del Gran Piscator de
Salamanca”, y la firme decisión de su editor, de seguir publicando estos
textos para recuperarlos del olvido y dignificarlos con un solo objetivo: que
podamos disfrutar de la mejor literatura de género del pasado.
Con esta editorial contamos con un
importante referente para conocer más de cerca este subgénero literario de CF,
que cada día cuenta con más fieles adeptos.
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