“FRACTURA”: SU LUGAR
EN LA CIENCIA-FICCIÓN.
Dioni Arroyo.
Recientemente he publicado “FRACTURA”
en la editorial Apache Libros. Mi intención con ella ha sido despertar el
debate sobre un tema tan controvertido como silenciado en los medios de nuestro
país: el fracking y sus consecuencias.
No se trata tanto de una crítica a la
agresiva extracción del gas de enquisto, como de una llamada de atención sobre
sus implicaciones en el medio ambiente y la salud humana, así como un
recordatorio de que, todos los pozos, por muy elaborados y sofisticados que
sean, sufren filtraciones, algo que dejan claro cuantos expertos he consultado
a lo largo del año pasado.
Con “Fractura” he intentado plasmar las
reflexiones de un niño desde los ocho años hasta el fin de la adolescencia, en
una época futura -dentro de un lustro-, en un mundo especulativo en el que la
principal fuente de energía será la fractura o estimulación hidráulica, más
conocida como fracking. Estoy convencido de que es mi novela más personal, en
la que me he visto obligado a recordar cómo pensaba en aquellos años,
investigando con niños para comprender su punto de vista sobre la vida y el
futuro. Ha sido una labor apasionante, entrevistando de manera desenfadada a
niños de diez o doce años para sumergirme en su visión de la vida, sorprendiéndome
de sus declaraciones y su intuición, mucho más sensitiva que la de los adultos.
Por otro lado he querido recrear un mundo
distópico, ya sabéis, el peor de los escenarios futuros posibles, y de demostrar
de cómo son elementos del entorno, los que se encargan de acelerar la caída de
la especie humana, debido a nuestro uso abusivo e irresponsable de la
naturaleza. En este sentido he querido rendir un homenaje por todo lo alto al
escritor británico Wyndham, y su impresionante obra “EL DÍA DE LOS TRÍFIDOS”
(1951). La considero una de las mejores novelas postapocalípticas, toda una
alegoría que explica la caída de nuestra especie en manos de una especie híbrida,
los trífidos, entre vegetal y animal. Debido al resplandor de un meteorito, se
produce un hecho insólito que anunciará el inicio de la catástrofe. Es toda una
metáfora que refleja nuestra difícil relación con el medio ambiente, el abuso
al que sometemos a nuestro entorno y las terribles consecuencias que puede
conllevar. Tal vez, llegue un día en que la madre Tierra nos vea como una
amenaza… y nos elimine.
También
me gustaría recordar “LA GUERRA DE LAS SALAMANDRAS”, del checo Karen Capek,
quien antes de la II Guerra Mundial publicó esta distopía que en sí misma, es
una sátira, en la que se descubre una rara especie de salamandras inteligentes,
a través de las que se ironiza sobre la falta de escrúpulos de los humanos, la
explotación laboral y la consideración de que el planeta es nuestro, somos sus
legítimos y únicos propietarios, soberanos absolutos que podemos “crecer y
multiplicarnos, dominar y someter la Tierra” a nuestro capricho y antojo. A
partir de ese momento, las salamandras, un presunto de Gaia, reclamarán su
espacio, el lugar que les corresponde y exigirán justicia.
Nuestra actitud depredadora y abusiva también fue contestada por otro
escritor europeo, en este caso francés: Pierre Boulle publica en 1963 “EL
PLANETA DE LOS SIMIOS”, otra distopía que removerá las incipientes conciencias
medioambientalistas por la trama que se desarrolla. Un planeta en el que la especie
dominante son monos, que se dedican a explotar a los humanos como vulgar
ganado. En otras palabras, nos tratan como nosotros tratamos al resto de seres
vivos. El libro generó un enorme revuelo y supuso un antes y un después en la
ciencia-ficción. No solo se trataba de especular sobre ideas insólitas, sino
también servía para abrir el debate y levantar ampollas, criticar nuestros
actos y las consecuencias futuras.
La ciencia-ficción no solo
sirve para responder a la pregunta “¿qué pasaría si…?” También puede responder
a la cuestión “¿qué creéis que estáis haciendo?”
La conciencia conservacionista también se ha
hecho fuerte en el cine, y ya en los Estados Unidos, en 1972, se estrena “NAVES
MISTERIOSAS”, de Douglas Trumbull. Nuevamente el escenario nos habla de un
futuro en el que la vida vegetal se ha extinguido de nuestro mundo, y lo que
queda, se halla en tres naves espaciales orbitando sobre Saturno. El amor por
la naturaleza llevará a nuestro protagonista a acabar con la tripulación, una
huida a la desesperada por preservar los últimos vestigios de flora terrestre.
Con
el paso de los años, hemos asistido con esperanza al nacimiento de una
conciencia ecologista, o como se dice en antropología, al auge de las últimas
revoluciones que están contribuyendo a transformar nuestra mentalidad y
sensibilidad:
-La declaración de los Derechos Humanos
que surge de la Revolución Francesa, y que permitió el nacimiento de un nuevo
humanismo.
-A mediados del siglo XIX, le tocará su
turno al movimiento obrero, que nos hablará de la justicia social y la alienación
en el trabajo.
-A esta lucha se sumará el feminismo y el
deseo de la igualdad de derechos para la mujer en los años sesenta del siglo
pasado.
-Poco después cobrará fuerza la visibilidad
del colectivo LGTB, abriendo paso a la diversidad y pluralidad sexual, una
verdadera revolución de las identidades, de conquistar nuevos espacios de
libertad sin precedentes.
-En un proceso histórico de cambios
imparables, de ampliación de derechos y de sensibilidades, hay que añadir el
movimiento ecologista y pacifista y los derechos de los animales en la
actualidad.
Estas revoluciones del mundo contemporáneo
han permitido que empaticemos con el contrario –descubrimiento de la “otredad”-,
que desarrollemos nuestra sensibilidad y sensitividad, y, como escritor de
novelas de ciencia-ficción, es un honor poder decir que nuestro género también
ha contribuido con su humilde granito de arena.
Dentro de los múltiples subgéneros que están
revolucionando la ciencia-ficción, se encuentran todos los “punks”. Os confieso
que no soy amigo de las etiquetas, pero si en algo ayudan, es en orientar al
lector sobre lo que se va a encontrar. Por ello se habla, y se escribe mucho,
del Steampunk o retrofuturismo, del Cyberpunk o transhumanismo, del Dieselpunk,
Biopunk… y en estos días, ha surgido con fuerza el Greenpunk.
No sé si es muy lícito hablar
de la existencia de un subgénero literario greenpunk. Generalmente las
denominaciones nacen después de la publicación de numerosas novelas a lo largo
de los años, que permiten abrir el debate y exigir un nombre que las
identifique. Sobre el greenpunk hay un manifiesto muy interesante, pero aún no
hay un verdadero movimiento literario que lo certifique, quizás por su fuerza
innovadora y de que estamos hablando de algo que aún está en un estado
embrionario.
En un principio, algunos importantes
escritores y ensayistas del steampunk, coinciden en que se trata de sustituir
las tecnologías de un mundo en analógico dominado por ingenios de vapor, y
donde nunca se inventó la máquina diferencial ni se desarrolló lo digital, por
otros elementos de la naturaleza, de una perfecta simbiosis entre vegetal y
humano. Equilibrio entre la naturaleza y humanidad. Pero también reconocen que el
prefijo “punk” lo desvirtúa todo, y genera confusión.
En este sentido, hay que resaltar la
importante contribución de Matt Staggs, publicista y escritor, quien en 2009, intentó
profundizar en la incipiente sensibilidad ecologista y enriquecerlo con la
ficción especulativa propia de la ciencia-ficción. Se trataría de desarrollar
un mundo ecosostenible, denunciar el abuso y destrucción del medio ambiente y
encontrar alternativas viables y respetuosas. Estaríamos ante una visión más
optimista que ya existía en el Steampunk y que respondía a la premisa “hazlo tú
mismo”. En este caso supondría evidenciar la fe en la ciencia y la tecnología,
basada en elementos de la naturaleza sostenibles para procurar un retorno a
nuestros orígenes. En este sentido es fundamental la contribución de grandes
obras, como “PÁRAMOS LEJANOS” de Josué Ramos, o en la antología greenpunk “CHIKARA”,
en la que encontramos relatos de Giny Valrís, Daniel G. Castro, Covadonga González-Pola,
o el propio Josué Ramos, además de algunos relatos en Ácronos IV.
Como vemos, muy lentamente se va abriendo paso un nuevo subgénero
literario, aunque para alguien que desee alejarse de las etiquetas, pero que en
este caso sí anhele impregnar su obra de conciencia ecológica, también podría
hablarse de greenpunk. Al fin y al cabo el pensamiento ortodoxo y las purezas
narrativas, suelen anunciar una incipiente decadencia. Por ello, una obra
distópica que reflexione sobre la destrucción de nuestro entorno con claras
intenciones ecologistas, también contribuye a ampliar la idea “punk”, de crítica,
rechazo, de estar en contra de una práctica de la sociedad.
Y
estas han sido algunas de mis intenciones y aspiraciones con “FRACTURA”. Describir
un mundo en el que la estimulación hidráulica o fracking es la principal fuente
de energía, lo que degrada la naturaleza y el entorno, al extraer de forma
agresiva y violenta un gas mortífero que lleva millones de años capturado bajo
tierra, y que no sabemos sus consecuencias ni para la capa freática y los acuíferos,
ni para los vegetales y animales, ni para la salud humana. Tal vez por ello, el
Estado de Nueva York haya prohibido el fracking al demostrar la relación
directa sobre multitud de tipos de cánceres humanos, así como el deterioro
medioambiental. En “FRACTURA”, nuestro joven protagonista recordará la película
“QUÉ VERDE ERA MI VALLE”, comparándolo con el mundo bajo el que subsistirá.
El
gas lo contaminará todo, y el planeta se dará por perdido. Ha pesar de que es
ficción especulativa, he deseado -no alertar, pero sí recordar- desastres como
Bhopal, Chernóbil o Fukushima, en los que se decía que apenas había
probabilidades de que sucediera lo que ocurrió. A veces, no es una cuestión de
posibilidades estadísticas, de muestreo de datos, si no de sentido común. Jugamos
con fuego y al final nos quemamos y dejamos una mortífera herencia a nuestros
hijos.
Os animo a leer “FRACTURA” deseando que os
guste, y que con esta novela, la primera que trata el fracking en nuestro país,
suponga un apoyo solidario a quienes están luchando todos los días contra las
multinacionales, en las comarcas del norte de nuestro país. También desearía
que se hablase del tema y de su regulación,
permitiendo que los científicos puedan extraer sus propias conclusiones,
sin presiones de ningún tipo. Que por una vez, el medio ambiente y la salud
humana, sean más importantes que los elevados dividendos de una multinacional
extranjera. Por ello hay que luchar, y por ello reclamaré insistentmente el
prefijo “punk”.
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